Licenciada en Nutrición Allyson Monzón

Un vínculo en paz con la alimentación es posible

En este artículo quiero mostrar ciertos mecanismos asociados al vínculo con la alimentación que dificultan la armonía y también dar visibilidad a que hay otras formas más generosas y humanas de establecer un vínculo con lo que comemos.

Comer es algo que hacemos a diario, pero no sólo se trata de alimentarnos. Es un proceso complejo donde convergen muchos factores, personales familiares, culturales y sociales. Que muchas veces no tenemos en cuenta, y sólo tenemos en cuenta los alimentos que ingerimos.

Desde mi visión propongo cambiar la forma en la que nos vinculamos con la comida. Porque a pesar de ser una gran fuente de dudas y preocupaciones, tiene el potencial de ser uno de los placeres más grandes de la vida, y creo firmemente que nuestra alimentación puede vivirse desde el disfrute y la armonía.

Vivir la alimentación entre “el bien y el mal”

Está muy naturalizado vivir la alimentación desde el sufrimiento, en términos de blanco y negro. O hago todo “bien”, lo cuál en general se asocia a restringir, aguantar la sensación de hambre, comer de una forma controlada y estricta. O por su parte hago todo “mal”, que sería comer en exceso, comer algo que se dicho que no se iba a comer, seguramente algún alimento que apetece pero que está en la lista de prohibidos. Esto viene acompañado de la sensación de haber hecho algo negativo, donde frecuentemente aparece la famosa culpa.

Muchas veces la línea entre “el bien y el mal” se traza en el momento en el que aparece el deseo de comer algo que se ve como malo. Se establece esa lucha contra el propio deseo y pueden darse dos panoramas: aguantarse las ganas y sentir que hemos ganado, pero con un sabor agridulce ya que hemos reprimido el deseo o dejarse llevar por el deseo y sentir que hemos perdido y que rompimos las normas que nos habíamos autoimpuesto. Los dos mecanismos son caras de la misma moneda, dónde nos alejamos de establecer un vínculo armonioso con la comida.

Veamos un ejemplo. Aparece en la mente una galletita dulce y las ganas de comerla. La mente no puede dejar de darle vueltas a la galletita. Pero se siente que comer sólo una va a llevar al descontrol y a terminar comiendo todo el paquete. Entonces empieza la lucha entre comer o no comer. La cabeza le sigue dando vueltas, hasta sentir que no se puede más, y en un impulso se empieza a comer. En ese momento se siente que se traspasó la línea “del bien y del mal”, y se entró en el terreno de lo “malo”. En este terreno, se siente mucho descontrol, aparece la culpa, la frustración y pensamientos del tipo “no tengo arreglo”, “no tengo fuerza de voluntad” o frases incluso peores. Al ver la alimentación en términos de “bien o mal”, UNA SOLA galletita puede desencadenar el caos y se siente como que se perdió la batalla, esta sensación hace que de igual comer una sola que todo el paquete.

Si te sentís identificada con esto, ¿ya te diste cuenta de lo ilógico de este mecanismo? Estás siendo demasiado dura contigo misma.

Este tipo de situaciones con la alimentación, el sentir que siempre hay un peligro de pasarse del supuesto bien, al supuesto mal es una realidad de muchas personas, sobre todo muchas mujeres. Está naturalizado de hecho, podemos verlo en muchos comentarios a nivel social que refuerzan el “aguantarse” o compensar porque “el fin de semana me comí todo”.

Una perspectiva diferente

Veamos desde otra perspectiva este mecanismo. Si le sacamos el factor “bien o mal” y aparecen las ganas de comer una galletita y simplemente se come, no se da lugar a esas sensaciones negativas que provienen de la lucha contra el propio deseo. Desde una mirada compasiva podemos darnos cuenta que no tiene nada de “malo” comerse la galletita, hacerlo y seguir tranquilamente con el día. Incluso puede que se coman dos o tres galletitas, pero lo más seguro (y comprobado empíricamente), es que no se termine todo el paquete.

Si te sentís identificad@ con esto, quiero decirte que una forma diferente de vincularnos con la alimentación es posible. Si, de verdad. Aunque creas que para vos no, que en tu caso no va a funcionar, que ya has probado un montón de cosas. ¿Y por qué estoy tan segura de esto? Porque hay maneras de vincularte con la alimentación que seguramente no probaste. Porque cuando comprendemos el funcionamiento de nuestro cuerpo no hay vuelta atrás y estos mecanismos se desarman. Y eso no es magia, es biología.

Puede que al principio salirse del modo “bien o mal” de un poco de miedo, para muchas personas este tipo de mecanismos ha sido la forma de vincularse con la alimentación durante mucho tiempo. Pero quiero que se sepa que es posible, que es un proceso cambiar esta forma de ver y que al ser mucho más generoso y amable trae mucha paz y permite que lo podamos sostener a largo plazo.

Comprender el cuerpo

Nuestro organismo es 100% eficiencia, es una maravillosa creación de la naturaleza que todo el tiempo está priorizando la supervivencia. Comer es una de esas funciones que el cuerpo necesita asegurarse para mantener la vida, por lo tanto, traemos de nacimiento mecanismos reguladores.

“El cuerpo es un milagro de ingeniería biológica. Su perfección está siempre presente, y el primer y más importante paso hacia una genuina buena salud consiste en comprenderlo”.

 Deepak Chopra

El cuerpo nos comunica cuándo necesita nutrientes y hasta cuándo, por medio de las señales de hambre y saciedad, dos maravillas olvidadas de nuestra biología. Desde el día en que nacemos nos acompañan, hasta el día de hoy. Por más que no las hayamos escuchado ni tenido en cuenta para comer. De hecho, muchas veces las hemos ignorado conscientemente y hasta las hemos juzgado, pobrecitas, ellas están ahí para darnos un mensaje que no queremos escuchar. Pero que, en caso de escucharlo, se nos haría la vida más fácil, paradójico.

Para completar la trilogía de señales tenemos el placer sensorial, otro mecanismo que está ahí para brindarnos información. ¿Por qué existirían las papilas gustativas y el olfato, si no tuvieran una función? Recordemos que el cuerpo es 100% eficiencia, no hay nada que esté por casualidad. Este es un tema para desarrollar mucho más, pero quiero que reflexionemos sobre la diferencia entre saber que un alimento nos gusta y experimentar ese alimento. El disfrute de comer le pertenece a los sentidos, no a la mente. Te invito a que puedas experimentar un alimento poniendo atención a tus sentidos, vas a ver que es algo completamente distinto a simplemente pensar “esto me gusta”. Y luego si querés contame 😉

Te propongo darles una oportunidad a las señales biológicas: hambre, saciedad y placer sensorial. Además, tener paciencia, al ser una nueva forma seguramente lleve un tiempo de adaptación, tengas dudas, se sienta “raro”, el proceso de aprendizaje en general suele ser así.

Esta es la sabiduría de nuestro cuerpo, algo que hemos olvidado y dónde están muchas de las respuestas que estamos buscando a la hora de alimentarnos en paz y nutritivamente.

Nutricionista Allyson Monzon

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