Seguramente sepas que no sólo se come por hambre biológica, sino que también hay otros factores que intervienen a la hora de elegir un alimento. La alimentación es un proceso complejo que integra múltiples significados y tiene diversas funciones en la integralidad del ser humano. En este artículo hablaremos de 3 emociones que con frecuencia veo que se asocian a la alimentación.
Según Steve Gagné, autor del libro “Food Energetics”, elegimos los alimentos en base a dos conjuntos de razones: el hambre o el deseo, y cada una puede tener diversas formas de interpretación. Por lo general, las elecciones de alimentos suelen estar impulsadas por una combinación de motivaciones. Dentro de las elecciones por deseo encontramos las que el autor llama “elecciones por reacción” que son las que se asocian a las emociones.
Antes de nombrar las 3 emociones que veo con más frecuencia en el vínculo con la alimentación me gustaría hablar un poco sobre la palabra emoción. Su origen se deriva del latín “emovere”, que significa mover hacia afuera. Por tanto, su significado habla de una sensación que tiene la necesidad de movimiento. Muchas veces cuando estamos inmersos en determinada emoción no nos damos cuenta de que es algo pasajero, que necesita que le demos un lugar para poder salir.
Elegir alimentos o sabores por razones emocionales es natural, y verlo de esa manera nos ayuda a darle salida a esas emociones y hacer elecciones más conscientes.
Existen determinadas emociones que no nos gusta sentir, y que muchas veces se intentan “apagar” con comida. Pero esas elecciones no suelen ser beneficiosas ni para la salud (tanto física como emocional), ni para lograr un vínculo sano con la alimentación. Y la otra “mala noticia”, es que la situación que originó esa emoción va a seguir ahí, hasta que decidas hacer algo al respecto.
Las emociones no son problemas, son señales de expresión frente a las distintas situaciones que vivimos.
Cuando eliges comer tratando de evitar una emoción que no te gusta sentir, lo que haces es alimentar más esa emoción.
Estás usando los alimentos, sin darte cuenta, para perpetuar esa incomodidad. Si esto se repite muchas veces en el tiempo se establece en forma de patrón.
Las emociones brindan información sobre lo que nos va pasando, y aprender a gestionarlas puede ser la manera de darle salida y evitar ese patrón que daña tu vínculo con la alimentación.
Veamos cuales son esas 3 emociones que más frecuentemente veo asociadas a la alimentación, y cuál es el mensaje que quieren expresar:
1 - Enojo:
Lo habitual es que el enojo se presente frente a una situación disparadora dónde se produce una diferencia entre un hecho que ocurrió y lo que se esperaba que sucediera.
Frente a esta emoción que se siente como una agresión se busca identificar un culpable, que puede ser una situación particular, otras personas o nosotras mismas. La reacción se orienta a defender lo que creemos que es justo.
El mensaje que manifiesta esta emoción es revisar las normas que has puesto sobre lo que es justo para ti, verificar si los límites que estás poniendo son los adecuados y si es necesario decir “no” previamente.
Ejemplos:
- Por una situación inesperada te perdiste de hacer una actividad que tenías planeada y sin pensarlo al rato te encontrás pidiendo comida en exceso para disminuir ese enojo.
- Discutiste con tu jefa/e o con un familiar y al llegar a tu casa empezás a comer hasta sentirte desagradablemente llena.
- Te propusiste restringir tus comidas, y cómo comiste algo que considerabas “de más”, y como autocastigo decidís que vas a comer todo lo que tengas a mano en casa.
En estos casos, puede ayudarte reconocer ese enojo antes de actuar en consecuencia, para luego revisar cuáles son esas normas (quizás muy estrictas) que te planteaste y no ocurrieron como esperabas.
2 – Tristeza:
Es una de las 6 emociones básicas del ser humano. Aparece cuando hemos perdido algo que era importante para nosotras o para indicar que algo no va bien. Es una respuesta natural a situaciones de dolor psicológico o físico.
La manifestación y salida o “movimiento” de la tristeza nos permite superar pérdidas, fracasos o desilusiones.
Se vincula a la alimentación desde los extremos, puede ser que frente a una situación que genera tristeza unas personas coman en exceso y mientras otras se queden sin apetito.
A su vez, cuando estamos tristes, disminuye la capacidad de planificación, por eso es que en épocas dónde hay mucha tristeza es difícil llevar adelante tareas de organización, por ejemplo de las comidas.
El mensaje que trae la tristeza es el de la necesidad de hacer una pausa, un descanso para poder reflexionar y aceptar el resultado.
Ejemplos:
- Te despiden del trabajo y el fin de semana siguiente te lo pasas en tu casa comiendo.
- Al enterarte que un familiar está enfermo buscas un momento a solas para ir a comprar comida en grandes cantidades.
- Te sentís sola y para reducir esa sensación decidís anestesiarte con una peli y un kilo de helado.
Si estás triste y comés para disminuir esa sensación, te estás perdiendo la oportunidad de gestionar más saludablemente esa pérdida, fracaso o desilusión y poder superarlo. Es momento de darte un tiempo de descanso y reflexión.
3 – Culpa:
Es la sensación de haber roto las reglas establecidas previamente, ya sean autoimpuestas, culturales o sociales (como pueden ser familiares, religiosas, políticas, de un grupo, etc.).
Puede ser una emoción que impulse una elección alimentaria, pero es más frecuente que aparezca luego de comer.
La culpa puede guiarte a la compensación que aparece como un castigo frente a algo que hiciste, por ejemplo, comiste algún alimento que consideras insano y luego para compensar esa acción haces ejercicio o dejas de cenar.
El mensaje que expresa la culpa es que revises las normas o reglas para comprobar si son válidas y reales para ti, o es necesario cambiarlas. Puede que estés accionando desde normas que están obsoletas para ti en este momento, o que responden a grandes exigencias.
Ejemplos:
- Comiste una porción que consideras más de lo que “deberías” y luego aparece la culpa en tu diálogo interno.
- Dijiste que ibas a iniciar un proceso de cambio en tu alimentación para tal día y cuando llega ese momento aún no te pusiste en acción.
- Te sentís culpable por haber rechazado asistir a un evento al que realmente no querías ir, y decidís atravesar esa frustración comiendo.
La culpa también puede aparecer como una reacción habitual para evadir el hacerte responsable de algo que querías hacer por tu bienestar, y se siente a manera de “justificación” por no haberlo hecho.
Si nos introducimos en la profundidad de las emociones nos damos cuenta que son neutras (más allá de que nos guste o no sentirlas), que todas quieren mostrar un mensaje, pero si las bloqueamos o reducimos no vamos a permitir que esa señal se manifieste. Por lo cual, seguramente ese mismo sentimiento que no tuvo lugar para salir vuelva a repetirse trayendo una y otra vez el mensaje, hasta que le hagamos un espacio para que salga.
Aquí expuse 3 de las emociones más habituales que veo en el vínculo con la alimentación, pero existen otras que también son muy frecuentes como el aburrimiento, la ansiedad, la humillación, entre otras.
La idea es darle mayor visibilidad a estas situaciones, saber que son parte de reacciones naturales, y que aprender a gestionarlas es parte de un proceso de aprendizaje.
Si te sentiste identificada con alguna de estas situaciones, lo que te recomiendo principalmente es que seas amable contigo. Y luego que intentes identificar cuál es el mensaje que se quiere manifestar a partir de esa emoción, su “para que”, antes de actuar de forma inconsciente y así paso a paso conocerte más.
